Dada la perdida de hábitat, numerosas especies habitan zonas que alguna vez fueron extensas áreas silvestres y que actualmente son campos de cultivo, praderas y zonas urbanas. Por esta razón, surge la necesidad de aplicar planes de conservación no tan solo en áreas protegidas, sino también en lugares intervenidos. En Chile, el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE), administrado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), tiene bajo su responsabilidad aproximadamente 14.000.000 ha., las cuales se encuentran divididas en tres categorías: parques nacionales (34), reservas naturales (49) y monumentos naturales (16), las cuales representan un 19% del territorio nacional. Sin embargo y a pesar de haberse establecido varios ecosistemas importantes como sitios prioritarios, su designación no asegura su efectiva conservación.
Las áreas destinadas a conservación de especies no son suficientemente extensas como para conservar poblaciones viables de todas las especies actualmente presentes. Por esta razón, surge la necesidad de aplicar planes de conservación tanto en áreas protegidas, como en lugares intervenidos. Sin embargo, conceptos como protección y conservación son difíciles de compatibilizar cuando aumenta la intervención humana y cuando parece haber poco argumento de que nos enfrentamos a enormes desafíos medioambientales.
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